YA ESTOY DE VUELTA. Y NO, NO ME HE VUELTO LOCO. ESTA ES UNA ENTRADA ESPECIAL MIENTRAS LLEGAN NUEVOS EPISODIOS DEL RELATO QUE TENEMOS ENTRE MANOS. EL ERRADICADOR DE PECADOS ES EL TÍTULO DE UNA NOVELA ESCRITA POR MI AMIGA Y COLEGA ANA MORÁN INFIESTA. TAMBIÉN ES (ERA) EL NOMBRE DE UN CONCURSO ORGANIZADO POR ELLA MISMA QUE CONSISTÍA EN ESCRIBIR UN RELATO CORTO RELACIONADO CON ALGUNA DE LAS HISTORIAS QUE CONTIENE SU LIBRO (LO RECOMIENDO POR CIERTO, OS ENCANTARÁ). EL PREMIO ERA UN EJEMPLAR FIRMADO POR LA PROPIA AUTORA Y NO PUDE RESISTIR LA TENTACIÓN, ASÍ QUE ALLÁ QUE FUE EL RELATO.
LO AMLO ES QUE LA GENTE NO ESTABA POR LA LABOR Y AL FINAL EL CONCURSO SE ANULÓ POR LA ESCASA PARTICIPACIÓN, ME QUEDÉ SIN MI EJEMPLAR FIRMADO, PUES SEGURO QUE HABRÍA GANADO, ¡¡JAJAJA!!
AQUÍ OS DEJO EL RELATO QUE ESCRIBÍ, AUNQUE PARA QUE PODÁIS ENTENDERLO MEJOR SERÍA INTERESANTE QUE LEÁIS LA HISTORIA DE LA CUAL PROVIENE, ES CORTA Y DIVERTIDA; ENTRARÉIS EN CONTACTO CON LOS PERSONAJES Y CON LA HISTORIA. SI NO, CUANDO LEÁIS EL MÍO ALGUNAS COSAS NO LAS COMPRENDERÉIS.
EL RELATO "MADRE", DEL QUE PROVIENE LA HISTORIA, SE TITULA "FANTASMAS ENTRE LAS SOMBRAS". EN ESTE ENLACE LO PODÉIS DESCARGAR GRATIS EN FORMATO PDF O EPUB.
Fantasmas
entre las sombras:
pdf: https://dl.dropboxusercontent.com/u/3522317/Fantasmas%20entre%20las%20Sombras.pdf
epub:https://dl.dropboxusercontent.com/u/3522317/Fantasmas%20entre%20las%20Sombras%20-%20Ana%20Moran.epub
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Y, A CONTINUACIÓN, VA EL MÍO. QUE LO DISFRUTÉIS Y HASTA PRONTO.
LIBERACIÓN
Por Vidal Fernández Solano
«Te
espero en la cabaña abandonada. Donde las Sombras rescataron a la mestiza. Ven
sola si quieres recuperar a tu amante de una pieza»
Anabelle
había encontrado la nota clavada con un cuchillo en la puerta de su casa. Por
dentro. Primero había pensado en ceder a la amenaza de Alistair, pero la
fortuna se había cruzado en su camino. Cuando se disponía a salir para acudir a
la cita se topó con Scarlett. Esta detuvo su caballo de vapor frente al porche.
—Buenos días, Anabelle, estoy
buscando a Lillian ¿no sabrás dónde puedo encontrarla?
—Hace un par de días que no la veo
—Anabelle mintió, no con mucha seguridad. Su voz titubeó ligeramente.
El brillo frío y azul del ojo
biónico de la agente destelló un segundo. El embuste no había funcionado.
Anabelle se derrumbó y le explicó todo a la amiga y compañera de Lillian. Y
ahora bajaba la pendiente de la montaña en su caballo. La cabaña estaba a la
vista, en la casi desértica planicie. Lo único que quería era acabar con
aquello de una vez, dejar de sentir miedo cada vez que pensaba en su marido, el
líder de la temida banda de forajidos, los Davenport.
Llegó a la parte delantera de la
cabaña y desmontó. Cuando miró hacia la ventana delantera de la cabaña, le
pareció que algo se movía dentro. Un escalofrío la sacudió de arriba abajo. El
dolor de las ya viejas cicatrices pareció volver. No pudo evitar llevarse la
mano a las heridas de cuchillo que él le había infligido tanto tiempo atrás.
—¡Las manos a la vista, querida! —la
voz, áspera, provenía del interior—. Espero por tu bien y el de tu amor que
hayas venido sola. Y desarmada. Tú y yo tenemos una cuenta pendiente y hemos de
saldarla. Acércate a la puerta. Despacio.
Anabelle obedeció. Cuando estaba a
solo unos metros, la puerta se abrió a medias. La silueta de Alistair se
recortó contra la oscuridad interior. Delante de él, a modo de escudo humano,
estaba Lillian, atada y amordazada. Un reguero de sangre seca partía de una
herida en su frente y tenía un ojo morado. Aparte de eso, presentaba buen
aspecto. Al menos a simple vista.
—Poco a poco —él escupía las
palabras con desprecio—. Haremos un intercambio. Tú por ella. Cuando haya
acabado lo que dejé a medias, podréis continuar con lo vuestro… ¡en el
infierno! —la carcajada sonó como el graznido de un cuervo.
Anabelle se aproximó temblando.
Estaba dispuesta al trueque. Lillian era lo mejor que le había pasado en la
vida, no era culpable de sus errores pasados. Cuando estuvo al alcance,
Alistair la agarró con fuerza del brazo y empujó a Lillian, propinándole un
patada que la hizo caer de bruces a unos metros de distancia. Su rostro y el de
su marido quedaron a escasos centímetros, el aliento a tabaco rancio de él
llenó sus fosas nasales.
Todo sucedió muy rápido., en menos
de un segundo. Alistair la iba a arrastrarla dentro de la casa cuando sonó un
ruido extraño, como un golpecito seguido de un chapoteo. Anabelle solo notó la
humedad cálida de la sangre que la salpicó, justo un momento antes de que él se
derrumbara. Scarlett no había fallado el tiro.
Ni
siquiera se molestó en comprobar si estaba muerto. Corrió hacia Lillian y le
arrancó la mordaza. Sus labios se fundieron en un beso desesperado y largo. Las
palabras estaban de más.
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